miércoles, 31 de marzo de 2010

“AMORES EXTRAÑOS: HISTORIA DE UNA OBSESIÓN”

Hace algunos años, en unas de mis tantas vacaciones en el Distrito Federal, tuve la suerte de acompañar en su cumpleaños a una prima con la que tengo una excelente relación de amistad. La fiesta fue en el departamento de mi tía; todo improvisado, pues el plan original era salir a cenar juntos en familia.

Llegaron los amigos de mi prima y me senté a platicar con sus invitados mientras traían el pastel. Así pasaron las horas: tomando fotos y videos, entre chistes y la plática de algunas anécdotas curiosas.

Gran parte del tiempo, me dediqué a escuchar todo lo que comentaban, pero casi al final de la fiesta, me llamó la atención una conversación en particular: Mi prima, su novio (ahora esposo) y una amiga de ambos, estaban enfrascados en un tema tan interesante, que debido a su importancia y a la frecuencia de casos que se dan en nuestra sociedad, he decidido dedicar estas líneas para contarles la historia de un problema que padecemos la mayoría de las mujeres, algunas más que otras y en distinto grado de intensidad: Se trata de las cosas que hacemos cuando nuestro amor por alguien se convierte en una obsesión. Cabe señalar que éste, es un caso extremo, pero desgraciadamente real.

La amiga de mi prima, comenzó la charla manifestando su preocupación por la conducta de una de las mujeres ausentes en la reunión; la susodicha se llama Valeria, y es una mujer de mediana estatura, cabello largo y rizado, piel blanca, ojos grandes y cafés, que en aquel entonces tenía 30 años de edad (ahorita debe tener unos 34).

Unos meses atrás, mientras se divertía en un “antro” con sus amigas, conoció al que según ella era “el amor de su vida”, un muchacho 11 años menor que ella llamado Alberto. Aquella noche, este chico cometió un error: besar a Valeria. Ni siquiera se imaginaba todas las consecuencias que ese beso desencadenaría…

Al día siguiente, Vale llamó al tipo por teléfono, solamente para notificarle que como se habían besado en aquel antro, oficialmente ya eran novios. El jóven, algo sorprendido, por no desilusionarla y vivir una experiencia diferente, no tuvo de otra más que aceptar la apresurada decisión. Fue entonces cuando la amiga de mi prima, que vive en un departamento junto con Valeria, comenzó a relatar las conductas obsesivas de esta mujer:

“Vale pasa todo el día hablando de Alberto, todas las decisiones que toma las hace pensando en él; lo llama al celular o a su casa al menos cinco o más veces al día, pues se pone histérica y deprimida cuando no está con él; si no se ven, hace un drama e incluso mueve cielo, mar y tierra para ir a verlo”…

Así como aquella vez que despertó a su compañera de cuarto a las 2 de la mañana para que la acompañara en un taxi a la casa de Alberto porque no podía estar un minuto más sin él, o en el año nuevo, cuando la madre de Valeria le suplicó llorando a su hija que se quedara con ella en esa fecha especial, a lo que Vale respondió que no podía porque al día siguiente entraba a trabajar a las 6 de la mañana. ¡Qué pretexto tan poco ingenioso! Pero la realidad es que en cuanto Valeria llegó a su casa, marcó de inmediato a su chico para que pasara por ella y fueran a divertirse toda la noche.

Nuestra obsesiva amiga, no estudió mas que la preparatoria y ya tenía un buen tiempo sin trabajar; intentaron conseguirle trabajo en tres lugares distintos, pero ella no los aceptó porque le quitarían mucho tiempo y no podría ver a su novio, lo cual era inconcebible para ella, así que en vez de trabajar 8 horas en una oficina, con un buen sueldo, prefirió trabajar por las mañanas como ayudante de cocina en un puesto ambulante de comida que estaba cerca de su casa.

Esta mujer, no tiene deseos de superarse, nada le importa, su mundo gira en torno de Alberto, es más, su mundo es él. Pero aquel muchacho, vive en un mundo muy distinto al de su novia; él es un jóven que apenas comenzó su carrera, y quería hacer una maestría en Europa; tiene muchos planes, pero en esos planes no está Valeria; para él, es una relación corta, pasajera; pero ella piensa que Alberto la incluye en su futuro, por eso dice que va a comenzar a ahorrar para irse con él a Europa, que pronto se casarán y en unos años tendrá un hijo con él.

“Vale dice que si Alberto la deja, ella se suicida, y me preocupa porque no es la primera vez que pasa algo así…” relató la amiga de mi prima, mientras agregaba que el ex novio de Valeria, tuvo que irse a vivir a otra ciudad para poder librarse de ella.

No será nada fácil para Alberto safarse de Valeria, pero la situación más difícil será para ella. Es una pena que tal vez por fin logre su cometido de suicidarse, o puede ser que su problema obsesivo se agrave mucho más con el tiempo.

De lo que sí estoy segura, es que los celos y la obsesión por alguien, son una enfermedad muy peligrosa, tanto para el que la padece, como para los que están a su alrededor.

Estas mujeres muchas veces no tienen dignidad y se humillan acosando de manera insistente a los hombres que las desprecian; se ciegan, tienen baja autoestima y nunca podrán tener una relación estable, siempre vivirán en la mediocridad, hasta que no se den cuenta de su actitud y se valoren a sí mismas como lo que son.

Este tipo de relaciones, hay que tomarlas como dice una canción: “…amores tan extraños que vienen y se van…” sólo así podremos ser conscientes sin aferrarnos a alguien y disfrutar una relación el tiempo que dure, sabiendo que algún día terminará…

Roxana Nayelli Gutiérrez Zepeda
Comentarios: nayelligz@gmail.com

“Amor de lejos, ¡Es de pen… sarse!”

Cuando uno se enamora, parece como si todos nuestros males desaparecieran por momentos; sonríes a todo el mundo, actúas con amabilidad, suspiras, sientes que vas en una nube rosa de algodón de azucar, flotando… y en ese momento, nada nos importa, sólo el ser amado… En conclusión: “¡Todo es maravilloso!”, pero la realidad muchas veces es otra, y la vida no es tan rosa como la pintan nuestros sueños, mucho menos, cuando la persona que amamos, se encuentra lejos...

Siento mucha pena por todas aquellas mujeres que viven todos los días enamoradas, ilusionadas y con la angustia de no poder estar con su amado; en verdad, puedo imaginar la desesperación que sienten… todo esto, suena como una historia sacada de algún melodrama, pero ocurre todos los días en la vida real. ¿Saben cuántas jovencitas (y no tan jóvenes también) se quedan esperando mientras sus novios (o esposos), trabajan en Estados Unidos, o peor aun ¡Viven en otro país más lejano!? La cantidad es enorme, pero no se compara con aquellas que viven esperando a un amor al que tienen físicamente al lado pero sentimentalmente a mil años luz de distancia y puedo comprender sus temores, porque sé que tarde o temprano, entrarán en esa terrible disyuntiva entre seguir la relación o rehacer sus vidas con otra persona.

No se qué tienen las distancias, que hacen que en tu camino se crucen todas las oportunidades que antes no tuviste: de pronto, los hombres que alguna vez te gustaron y no te hacían caso, comienzan a acercarse a ti, es algo perverso, como si el destino tratara de seducirte y hacer que caigas en su trampa… a veces lo logra, otras veces no, y en ocasiones, a nuestra pareja le sucede lo mismo…

Desgraciadamente para las mujeres, la mayoría de los casos, aquella ilusión se termina convirtiendo en un amor platónico, en algo imposible, en todo lo que no pudo ser, en aquel cariño que fue roto por la lejanía… pero ¡Así es la vida!, primero mucho amor y luego se va…

Las primeras semanas después del alejamiento, son de constante sufrimiento y alegría a la vez: él llama y escribe hasta dos o tres veces al día, pero tú sufres por el hecho de no tener cerca a esa persona y ¡lo extrañas más a cada segundo que pasa!, es toda una tortura sentimental. Poco a poco, las llamadas y las cartas comienzan a hacerse cada vez con menos frecuencia, lo que obviamente, nos enoja, preocupa o de plano termina por encajarse como una espina en nuestro pecho, hasta que un día, aceptamos que hemos sido engañadas, y caímos en una trampa cruel del destino.


De pronto, ya ni siquiera recibimos una llamada, mucho menos una carta, y si acaso llega a comunicarse con nosotras, será para decirnos “muy amablemente” que esa relación ya no puede segur así y que lo mejor es cortar cualquier tipo de esperanza de volver a estar juntos, al menos por un buen tiempo, o tal vez para siempre…

¿Qué es esto? ¿Acaso somos masoquistas? Sé que en estos momentos, deben estar diciendo que nada de lo que digo es cierto para su caso, que a ustedes no les va a pasar, y estén gritando por dentro que su historia es distinta, que eso no puede ser… pero ¿olvidan algo? El amor ciega, y muchas veces no nos deja ver las cosas como son. No pretendo romper sus ilusiones, ni tampoco quiero darles muchas esperanzas, pero de 10 mujeres que he conocido en esta situación, solamente 2 han tenido éxito en este tipo de relaciones…

Las ocho restantes, han terminado destrozadas, desilusionadas y muy afectadas emocionalmente. Sólo deseo que la próxima vez que se encuentren ante un caso así (si no es que ya lo están) piensen mas de 2 veces lo que van a hacer y no tomen ninguna decisión hasta estar lo suficientemente seguras; ¿Están dispuestas a sacrificar todo ese tiempo de su vida por algo que tal vez nunca será y dejarán pasar todo ese mundo de oportunidades que tienen frente a ustedes? Parece fácil, pero no lo es… espero que este testimonio de una mujer abandonada las haga pensar un poco en la dificultad que implica tener una relación a distancia:

“Lo conocí en una cena, aquella noche platicamos, bailamos hasta el amanecer; sentí algo especial desde la primera mirada… pasaron los días y no fuimos conociendo mejor, teníamos mucho en común, pero ninguno de los dos se atrevió a revelar sus sentimientos, tal vez por vergüenza, o por temor; y así transcurrió el tiempo, llegó el día en que por desgracia tuve que regresar a México, ¡Qué lástima que él sea extranjero!, en esos momentos sentí ganas de dejar todo mi equipaje y echarlo a él en la maleta, o secuestrarlo para traerlo conmigo, así no habría ya nada que nos separara… pero desgraciadamente, no pude hacerlo. Regresé y un par de días después, me escribió una carta en la que me decía que me extrañaba, que no había dejado de pensar en mí, que se había enamorado y sentía una gran ansiedad por estar conmigo. En ese momento, mi corazón dio un vuelco y a la vez sentí impotencia, al no poder estar con él, nostalgia y coraje de no tenerlo aquí para abrazarlo, besarlo y decirle tantas cosas… Él me dijo que haría lo que fuera por estar conmigo, incluso dejar su país y familia. Yo estaba muy ilusionada, felíz de que pronto estaríamos juntos; muchos me decían que sería demasiado complicado, pero yo los ignoraba, para mi no había imposibles, “además él me ama demasiado, y ya esta arreglando sus papeles para venirse”, me decía a mi misma. Así pasaron un par de semanas, haciendo planes, construyendo castillos en el aire, soñando y enamorándonos cada vez más, todo iba bien, hasta que de pronto, dejo de escribirme por varios días, y cuando tuve noticias de él, se disculpó diciéndome que había tenido muchas cosas que hacer y por eso no me había escrito, pero que sin embargo siempre pensaba en mi. Yo estaba algo molesta, pero el hecho de que hablara conmigo de nuevo y me dijera cosas lindas, cambió mi ánimo. Pero esta situación se volvió a repetir y los periodos de ausencia eran cada vez más largos y yo me sentía cada día más y más confundida con todo esto... la última vez que hablé con él, me dijo que tal vez no alcanzaría a juntar pronto el dinero para venirse, por lo que nuestros planes tendrían que esperar un par de meses más. Después de ese día, pasaron poco mas de dos meses y ni siquiera tuve una señal de vida de su parte, pasé días esperando una llamada… una carta… una noticia suya, pero nunca llegó, y por mi mente pasaron todo tipo de pensamientos torturantes, desde “ya no me quiere”, “le sucedió algo malo” hasta el típico “me puso el cuerno con otra”, pero un día el destino me dio la puñalada final, cuando él me escribió diciendo que me amaba pero que se había alejado porque la distancia lo hacía sufrir y siendo realistas, no podría estar conmigo. Al leer estas palabras, me sentí desgarrada, destrozada por completo, lloraba y quería gritar, sentía como iba cayendo por una espiral sin fondo, con un nudo en la garganta, sentí coraje, impotencia, desesperación y hasta angustia. Y es que en realidad lo amaba… ¡lo amaba tanto!, con todo mi ser… pero no fue suficiente… pudo más la distancia que nuestro amor, y al final, sólo recuerdos quedan en mi mente y el sabor amargo de este triste adiós…”


Roxana Nayelli Gutiérrez Zepeda
Comentarios: nayelligz@gmail.com

¡Cuidado con el síndrome “AMARGATOR”!

A pesar de que en este siglo XXI, el papel de las mujeres ha ido mejorando en muchos ámbitos de la sociedad, suena paradójico pensar que muchas de ellas utilizan sus progresos para aplastar a los demás, lo que provoca que en vez de ir un paso hacia delante vayamos dos hacia atrás. Y es que hay una enfermedad que está mutilando nuestras relaciones personales, los sueños de muchas mujeres e incluso a la misma sociedad en general, y aunque este padecimiento no es nuevo, me sorprende bastante la rapidez con que se propaga alrededor de todo el mundo, sin respetar sexo (aunque suele atacar en su mayoría a las mujeres, hay muchos hombres que también ya están sufriendo de este mal), religión, estado civil (generalmente en las personas solteras), nacionalidad, raza, edad o condición social.

Así es, se trata del síndrome “Amargator”, como lo he bautizado desde hoy. Pero se preguntarán ¿cuáles son los síntomas de tan “rara” enfermedad? Tal vez algo de esto les suene familiar: La persona que padece este síndrome, probablemente sea una mujer que ha sufrido mucho en algún ámbito de su vida, entonces, al cabo de un tiempo, comienza a experimentar apatía: ya no le gusta salir a divertirse, ni hacer las cosas que antes le daban alegría, y si se presenta alguna oportunidad que pueda hacerla sentir feliz, ella misma la auto-sabotea con su carácter frío, metódico y casi neurótico que se va agravando día con día.

La “enferma“, comienza a obsesionarse con una idea fija para sobresalir en algo a toda costa, pues intenta llenar el gran vacío que lleva dentro o tal vez encontrar alguna razón de vida, no descansa hasta conseguir su meta aunque tenga que pasar por encima de todos; una vez estando ahí, disfruta observando por arriba de las cabezas de los demás y haciéndole la vida imposible a todo aquel que se cruce por su camino, y es que si ella es infeliz ¡Los demás también tienen que serlo!.

Todos nos hemos topado alguna vez con este tipo de personas que nos hacen pasar malos ratos y hasta derramar lágrimas o un poco de bilis; ¿A quién no le ha pasado que cuando va a alguna dependencia de gobierno o escuela a recoger o entregar algún papel, llega con la secretaria para hacer el trámite, y ésta, en vez de ser amable y facilitar un poco las cosas, lo tratan a uno con la punta del zapato, despotismo y hasta desprecio? Y por si esto fuera poco, para colmo ¡Hasta se enojan y nos hacen mala cara! ¿Quién no ha sido víctima de una telefonista de cierta “oficina importante”?, llamas para pedir información y te dan un insulto, o si no hasta te reclaman, o peor aún, te cuelgan el teléfono y te dejan con la palabra en la boca. Y ¡Claro, no podía faltar! ¿Alguien recuerda en su época de estudiante haber tenido una maestra con el síndrome “Amargator”? Sí, de ésas que llegan al salón de clases y en vez de sembrar conocimientos, siembran el pánico en sus alumnos, con sus extenuantes y rigurosos exámenes, complicadas y extensas lecturas (a veces hasta en otros idiomas), trabajos minuciosos y exagerados, y métodos de enseñanza tan complejos, que casi ni ellas mismas los entienden... Para al final, ponerte una calificación que no merecías o de plano reprobar a mas de medio salón.

Quiero compartir con ustedes, la experiencia de la gota que derramó el vaso, y es que esto ¡Ya fue el colmo!: resulta que una colega que trabajaba en una oficina como becaria, aunque en realidad funge como secretaria auxiliar (donde por cierto a diario tiene que lidiar con llamadas y regaños telefónicos porque sus “patronas” no quieren ser molestadas en tomar ni una llamada dirigida hacia ellas); un día se encontró con un amigo, él estaba muy apurado porque tenía que grabar unos textos y no encontraba al señor que siempre le ayudaba a hacerlos; entonces la muchacha se ofreció amablemente a ayudarlo, al fin y al cabo a ella le gustaba hacer todo ese tipo de cosas. El amigo aceptó gustoso y ambos se pusieron a trabajar en eso. Al muchacho le pareció buena la voz de la chica, así que desde entonces, semana tras semana la joven le ayudaba con las grabaciones, que estaban destinadas a una “maestra muy especial” y al decir “especial” me refiero a que esta “señora” padece de la susodicha enfermedad antes mencionada.

Así pasaron unos meses, hasta que un día el amigo le dijo a la chica que había renunciado a las grabaciones, la muchacha sorprendida, preguntó por qué, ¿y saben cuál fue la respuesta?: “porque la maestra es muy quisquillosa, ¡nada le parece!, en realidad ella se enojó porque te permito que me ayudes a grabar sus cosas, y quiere que todo lo haga el otro señor, por eso renuncié y le dije que ella buscara a quien quisiera y se encargara personalmente de su asunto; no es justo que tu estés haciendo bien las cosas y ella menosprecie tu trabajo…”

La joven no pudo menos que sentirse mal y hasta en cierto modo culpable de la renuncia de su amigo, ¡¿Cómo es posible que sucedan estas cosas?! ¡Ahora resulta que esa “viejita cascarrabias” se enojó porque le hicieron un favor! (porque a la muchacha no le pagaban un centavo por su trabajo, ella sólo lo hacia por ayudar y tomar un poco de práctica).

La verdad de esta historia, es que esa infeliz mujer, no pudo tolerar que la chica fuera buena en lo que hacía, no quiso aceptar que cambiaran sus ideas cuadradas que no van más allá de su nariz, y por eso, impuso los límites mediante su absurdo autoritarismo para que aquella joven, sufriera un poco del gran dolor que lleva dentro, ¡Qué lástima me da ese tipo de gente!, y no me refiero a la muchacha, si no a la “maestra”; la chica seguirá su camino y encontrará nuevas y mejores oportunidades de triunfar en la vida, pero esa pobre mujer, vivirá enferma de amargura por el resto de sus días. ¿Son este tipo de personas con las que queremos convivir? No lo creo. Afortunadamente, para las mujeres que padecen esta enfermedad, les diré que tiene cura, claro, que como toda rehabilitación, se requiere saber reconocer que están actuando mal, y sobre todo tener la disposición, paciencia y voluntad de cambiar, ¡Hay tantos motivos en esta vida para estar felices! ¿Por qué aferrarnos haciéndonos la vida imposible con falsas ilusiones de la realidad que no pudo ser?

Es así y sólo así como podremos erradicar este mal de nuestra sociedad, y si lo contrario de la amargura, es la dulzura, ¡aquí está el remedio para la enfermedad!, la próxima vez que se encuentre con este tipo de personas, en vez de hacer corajes innecesarios, berrinches o vengarse, sonríale y háblele con palabras de cariño, así la gente que sufre del síndrome “Amargator” se sorprenderá de su actitud y podrá empezar a reaccionar, dándose cuenta ¡que la vida no tiene que ser siempre gris! Y recuerde que en estos casos, cualquier parecido con la realidad ¡NO es mera coincidencia! ¡Tenga cuidado con el síndrome “Amargator”! Uno nunca sabe a quien pueda atacar… ¿Será usted su próxima víctima?...

Roxana Nayelli Gutiérrez Zepeda.
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“¡Pobre niña! ¿Qué será de ti?”

¿Alguna vez se han preguntado de dónde surge la violencia, los abusos, el robo, los suicidios, las pandillas, el secuestro, la corrupción, el desempleo, la discriminación y demás problemas sociales? Muchas de las respuestas se encuentran dentro de la familia: en el trato y educación que le dan a sus hijos.
En un artículo pasado, hablé acerca de una mujer maltratada, y mencioné que uno de sus hijos (la niña) me llamó mucho la atención. Aquel día, mientras comíamos, los dos pequeños se acercaron tímidamente a la mesa para ser presentados, acto seguido, el niño se despidió y corrió a jugar con otros amiguitos de él que andaban por ahí; en cambio la niña, esa pequeña tan blanca y rubia como una muñeca de porcelana, fue muy seria y silenciosa a sentarse en un sillón que estaba justo en frente de mi. Su mirada, era tan profunda y vaga como un océano que se pierde en el horizonte y a pesar de que sólo tenía nueve años, sus ojos reflejaban una gran tristeza y melancolía.

Me acerqué a preguntarle por qué estaba tan sola y no se iba a jugar con los otros menores, la niña me respondió sin siquiera mirarme, con una voz fría de amargura y casi con lágrimas en los ojos: “No, no puedo… mi papi no me deja jugar con niños porque dice que son hombres y pueden hacerme daño, lo tengo casi prohibido, si me voy con ellos, se va a enojar mucho, me va a regañar y a castigar muy feo… Casi nunca salgo, no me dejan… tal vez por eso no tengo muchos amigos, sólo puedo jugar con algunas niñas…”

Después se produjo un silencio interminable, sus palabras me dejaron con un nudo en la garganta y sin saber qué decir, ¿Cómo es posible que le roben la infancia a una criatura de esa manera? Y ahí estaba ella, encerrada en una jaula de oro, sin derecho a jugar con sus amigos y su hermano por ser niña, con un padre machista y autoritario, sin una amiga en quién confiar y con un televisor como su única diversión y compañía, ¡Qué vida tan infeliz le espera! Por un momento me puse en sus zapatos, y francamente no desearía ser ella ¿Se imaginan como serán las cosas cuando esa niña tenga 17 o 18 años?

Probablemente será una joven rebelde, antisocial, reprimida y amargada que vivirá reprochándole a sus padres haberle negado la oportunidad de ser feliz, será una mujer a la que desde pequeña le inculcaron que la compañía de los hombres es mala por que la dañarán, y esto le traerá serios problemas en sus relaciones personales, pues en el fondo, tendrá resentimiento hacia el sexo opuesto, empezando por la figura de su padre que le hizo la vida imposible en vez de ayudarla.

¡Pobre niña! ¿Qué será de ella? Tal vez algún día logre escapar de su prisión, o Dios no lo quiera, termine quitándose la vida… La respuesta no la sé, pero de lo que sí estoy segura, es que como ella hay muchos niños con la inocencia perdida: niños que por tener la desgracia de haber nacido pobres, son obligados a trabajar o a pedir limosna, y ni siquiera saben lo que es un juguete; niños que por vivir en el campo y ser “hombres” tienen que aprender el oficio de las duras y largas jornadas de un campesino o un ganadero, pero nunca conocen la escuela; niñas que por necesidad, tienen que convertirse en la “mama” de todos sus hermanitos y que no pueden salir a jugar por que su madre tiene que trabajar y las pone a ellas a hacer todos los quehaceres del hogar; niños que son robados, extorsionados, violados e incluso obligados a prostituirse, niños de cualquier clase social, como nuestra pequeña protagonista, que sufren por la sobreprotección.

Y claro, tampoco podían faltar, los pequeños que son maltratados por su propia familia, los que son reprimidos o de plano abandonados por sus padres. Por favor ¡Ya basta! ¡Son niños, simplemente déjenlos ser! Ellos no tienen la culpa de haber venido al mundo, también tienen derecho a jugar, a reír, a ser libres… y no quiero decir con esto que los dejen hacer lo que quieran (sería como criar a un monstruo o un delincuente social) pero sí que les den atención, cariño y mucha comprensión, recuerden que también ustedes alguna vez fueron pequeños, y no hay mayor satisfacción que ver a un niño sonreir. Les reitero una vez más, y prénsenlo por un momento ¿Qué mundo les vamos a dar a nuestros hijos?

Roxana Nayelli Gutiérrez Zepeda
Comentarios: nayelligz@gmail.com